miércoles, 12 de febrero de 2014

Svevo, la historia del empleado Schmitz



¿Quién se esconde detrás de un anónimo empleado? ¿De verdad todos corresponden al estereotipo del Godínez? A veces, personajes extraordinarios.

Les voy a contar la historia de don Aron Hector Schmitz, un coetáneo mío –nació en 1862- que vivió en Trieste, una ciudad que pertenecía a Austria-Hungría y que luego pasó a formar parte del Reino de Italia,  a caballo entre el siglo XIX y el XX.

Aron Schmitz era hijo de un rico comerciante triestino que quebró cuando el joven tenía 19 años. La bancarrota paterna lo obligó a dejar los estudios y tuvo que ponerse a trabajar. El joven Schmitz tenía aspiraciones culturales y literarias, pero tuvo que chambear como empleado de banco, copiando cartas a mano.
Trieste, donde están ambientadas las obras de Svevo

Como quien dice, Schmitz era su típico Godínez. Escribía en sus pocos ratos libres las patoaventuras de su oficina. Entre las anécdotas de oficina, estaba siempre la historia del empleado inadaptado, torpe en la vida social, pero que se sentía poeta y predestinado. Schmitz escribió una novela, El Inepto, que no encontró editor. Entonces la publicó con su dinero. Siguió chambeando en la oficina.

La novela de Schmitz no tuvo éxito ni entre los amigos a los que la regaló. Luego casó y se puso a trabajar de contador en la vidriería del suegro.  Parecía que Schmitz se había resignado a la vida Godínez, pero seguía escribiendo relatos, cuentos, otra novela de empleados, un viejo al punto de la jubilación... 

En 1907 nuestro burócrata-escritor se mete a la escuela Berlitz de Trieste. Quiere aprender inglés (alemán y francés, ya sabe). Schmitz, para entonces, tiene 45 años, dos novelas fracasadas publicadas a costa de su peculio y unos cuentitos en el periódico local.
El joven maestro Mister Joyce

En la Berlitz se lleva muy bien con su maestro de inglés, un joven señor irlandés que está allí de refugiado. Se llama James Joyce. Alumno y maestro se descubren mutuamente. Schmitz le muestra sus novelas y Joyce se maravilla de ellas. Joyce descubre en la obra de Schmitz el grito del hombre contemporáneo inadaptado a su mundo, neurótico, infeliz, retorcido de pensamiento. Son novelas en las que pasan pocas cosas afuera, pero muchísimas en la mente del protagonista, a menudo desprovisto de lo que los modernos llaman “inteligencia emocional”. Novelas de almas febriles que se mueven en un mundo prosaico, en un horizonte gris, donde lo sublime se degrada... y las almas no aprenden a vivir.

Estalla la primera guerra mundial y Schmitz trata de hacerse casi invisible (vive en Italia y tiene la nacionalidad austriaca pero, como los otros judíos de Trieste, favorece la causa italiana).Se dedica a traducir al italiano las obras de un científico revolucionario, llamado Sigmund Freud.

Tras la victoria italiana, Schmitz empieza a escribir cotidianamente en un periódico local. Tiene casi 60 años. Para entonces, su amigo Joyce ya ha publicado Dublineses y Retrato del artista adolescente. Empieza a ser famoso.

1922, Joyce publica Ulises, se convierte en una gran figura literaria. Entonces habla. Dice que en Trieste hay un gran autor desconocido. Los ojos del mundo voltean hacia Schmitz, quien usa como nombre literario, el de Italo Svevo. Su más reciente novela, La conciencia de Zeno, se convierte en un éxito.

El mundo literario descubre a un señor burócrata de 62 años, que había escrito tres novelas extraordinarias y que no había sido reconocido. Aparecen Una Vida (aquella que se había titulado Un Inepto originalmente) y Senilidad.

Hoy Svevo es reconocido como uno de los grandes de la literatura italiana, y eso que de sus obras dijeron primero: "ni sabe escribir en italiano".

Nuestro personaje no gozó mucho de su fama. Cuatro años después del éxito, murió en un terrible accidente automovilístico.

Svevo había escrito otras tres novelas, que extravió, seguro de que jamás serían publicadas. También tiene relatos, obras de teatro y de crítica, muchos de los cuales fueron publicados de manera póstuma. Todo mundo habla de Kafka como el burocratita, cuando era don Franz algo así como director de área. El verdadero K. es Aron Schmitz-Italo Svevo.

Volteen  ahora los ojos a una oficina, tal vez a la suya. ¿No estará allí algún Svevo quemando sus sueños en un callado fogón interno?